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Celeste I: Una joya de la ciencia de principios de siglo que alberga Matacán

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Cerca de la muy noble, muy leal, muy culta ciudad de Salamanca, en el término municipal de Villagonzalo de Tormes se encuentra situada la Base Aérea de Matacán. Base Aérea que desde sus orígenes es evidente su naturaleza académica. El camino de Matacán en la enseñanza se inicia con la creación en septiembre de 1939 de la Escuela de Vuelo Sin Visibilidad. Después de diversas transformaciones el recorrido por la docencia y la formación perdura en nuestro tiempo en el denominado Grupo de Escuelas de Matacán.

El aula más antigua de este Grupo de Escuelas de Matacán es la que actualmente llamamos “El Planetario” y que en su origen también se conoció por la función que en su interior se desarrollaba “emulador de navegación astronómica”. Era una clase muy especial, los alumnos, gracias a un mecanismo casi mágico, eran transportados a un espacio abierto donde se podían ver todas las estrellas del firmamento y percibir la inmensidad de un cielo estrellado que lucía fastuoso sobre sus cabezas.

Los alumnos, gracias a un mecanismo casi mágico, eran transportados a un espacio abierto donde se podían ver todas las estrellas

Los profesores designados son el comandante Reixa Maestre y al capitán García Quintano. Durante este curso realizado en la Escuela de Strausberg conocen la existencia de un “Planetarium” y quedan admirados de las posibilidades académicas que el desarrollo de este instrumento ofrecía para la formación de los alumnos.

Al finalizar el curso, ya de regreso en Matacán, los profesores redactan una memoria muy completa que narra todas las fases de la disciplina estudiada y elevan unas conclusiones, en una de ellas exponen la importancia que supondría poder contar con un planetario para la Escuela de Matacán. Es de destacar que Reixa Maestre y García Quintano durante su estancia en Alemania estuvieron haciendo averiguaciones sobre el coste de un planetario en el mercado alemán, llegando a la conclusión de que aunque el precio era elevado sería muy conveniente para la enseñanza de la navegación astronómica.

Pasa el tiempo y el siguiente registro documental que conocemos es de 1947. En ese año, la Junta Económica Central da la orden de compra de dos planetarios por un valor de 400.000 pesetas, sin duda muchísimo dinero teniendo en cuenta la situación de España en aquella época. La construcción de los dos planetarios se adjudicó a una empresa madrileña denominada QBI propiedad de Fernando Pons, un sevillano nacido a principios de siglo. La empresa de Pons ya había participado en muchos proyectos tecnológicos para el Ejército del Aire, fabricando entre otros aparatos, instrumentos de precisión para los aviones y algunos simuladores de vuelo. La casa QBI posiblemente fuese la única en España capaz de afrontar con éxito una tarea que nunca antes se había desarrollado en nuestro país, la construcción de los dos planetarios.

En la creación de los planetarios participan tres figuras imprescindibles para llevar a cabo la tarea encomendada. Fernando Pons, el director del proyecto, emprendedor, culto, curioso, muy avanzado para su época.

En Matacán se instruyó a navegantes y pilotos militares y también a navegantes de Iberia

Adolf Hein, ingeniero de origen alemán, gran aficionado a la astronomía y a la aviación. Y Emilio Martín, proyectista y delineante, que realizó los planos y que hace unos años, en un reencuentro con el Planetario de Matacán, nos desveló algunos de los secretos de su construcción.

El edificio que alberga el Planetario en Matacán está construido en semisótano. El habitáculo está formado por una sala circular, siendo el techo una cúpula blanca semiesférica de seis metros de diámetro, todo el perímetro de la sala, menos la puerta de entrada, está amueblado por un banco con treinta y dos asientos, en la pared hay cuatro ventanucos que posibilitaban la entrada de luz, la unión de la sala con la bóveda del techo se remata con una cenefa de madera que dibuja la línea del horizonte tal y como se vería desde un aviónque se encontrase sobrevolando Matacán, pudiéndose distinguir entre otros puntos, la ciudad de Salamanca, Ciudad Rodrigo, Sierra de Madrid y Pico Almanzor.

En el centro de la sala se sitúa el Planetario, el proyector óptico, capaz de representar con asombrosa precisión el sol, la luna, los planetas, las constelaciones, la Vía Láctea y cientos de estrellas. Además cuenta con la posibilidad de representar líneas de ayuda para los cálculos astronómicos como el ecuador, el meridiano, la eclíptica, el norte magnético.

El punto de vista de proyección se puede situar en cualquier parte del hemisferio sur o norte, variando la latitud y la longitud. También es posible reproducir el cielo que existió o existirá a lo largo de un periodo de 26.000 años. El Planetario cuenta con un motor que recrea el movimiento de la tierra, haciendo posible que el proceso de rotación de 24 horas se realice en algo más de 3 minutos, experimentando la ilusión de que las estrellas y las constelaciones se desplazan sobre nosotros a gran velocidad. El profesor de la asignatura se situaba en medio de la sala y manejaba los mandos del Planetario y el alumno después de su formación debía ser capaz de orientarse correctamente, conocer la posición en la que se encontraba, dar rumbos para dirigirse al punto correspondiente y hasta poder calcular la hora.

En funcioamiento hasta 1955

En el periodo que el Planetario estuvo en funcionamiento, en Matacán se instruyó a navegantes y pilotos militares y también a navegantes de Iberia, compañía que no tenía personal formado para el vuelo astronómico y necesitaban dominar esta disciplina para los recién inaugurados vuelos de la línea aérea sobre el Atlántico.

Se realizó un gran esfuerzo para dominar la navegación astronómica, pero en 1955 el Planetario entra en desuso por el avance de la ciencia en la navegación aérea y la incorporación de nuevos sistemas más seguros y fáciles de manejar, Celeste I, el Planetario de Matacán, cae en el olvido, aunque sin llegar a desaparecer como ocurrió con su gemelo de la Academia General del Aire.

A principios de 1980, el Planetario se encontraba en un estado de abandono, pero un cúmulo de circunstancias hace que se tome conciencia del valor que supone contar en nuestras instalaciones con un trocito de nuestra historia que milagrosamente había sobrevivido hasta el momento. La recuperación de los estragos del paso del tiempo es abordada, en su primera fase, por el brigada Lista, un electrónico sin conocimientos previos de astronomía pero con la intuición y tesón necesarios para iniciar una restauración tan laboriosa. Desde entonces el personal de la Unidad no ha dejado de involucrarse en el cuidado y mantenimiento de Celeste I.

En 2014 con la participación de la Fundación Iberdrola se acomete la última restauración al Planetario, recuperando Celeste I su estado óptimo.

La historia del Planetario representa una página importante de la crónica aeronáutica del Ejército del Aire, nos habla de los acontecimientos y del espíritu de las personas que lo integran, representado por aquellos profesores que al descubrir durante aquel curso el “Planetarium”, solo se conformaron con la excelencia para sus alumnos.

AUTOR: Pedro Zamora Berzal, Suboficial Mayor GRUEMA

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